Una vez un negro estaba hablando con Dios, y le reclamaba:
Señor, ¿por qué tengo esta bemba tan grande, que casi no me cabe en la cara?
Hijo mío, en la selva esa bemba te ayudará a degustar bien los alimentos que recojas y te permitirá rechazar los cuerpos extraños.
Dime Señor, ¿Por qué me diste esta nariz tan chata, que es realmente fea, y en cada hueco me caben tres dedos?
Hijo, de esta manera en la sabana africana, podrás oler a tu enemigo de lejos y percatarte de su presencia.
Señor, insiste el negro, ¿y este pelo tan chicharrón que no se moja y que peinarlo es imposible?
Hijo, precisamente tienes el pelo así para que las ramas y otros obstáculos de la selva no se enreden y permitan tu paso mas fácilmente.
Bueno Dios, por último, ¿Por qué tengo este color, que no parece negro sino azul de lo oscuro que es?
Hijo mío, esa piel tuya es especial para aguantar el candente sol africano mientras tú realizas tus jornadas en la sabana.
Entonces, viejo, dime una cosa... ¿QUE CARAJO HAGO YO EN LA HABANA?
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