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domingo, 21 de octubre de 2012

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Invalorable tratado lingüístico....


En sentido estricto la palabra pinga hace referencia al miembro viril masculino, sin importar sus dimensiones. Es de un uso extremadamente vulgar en este caso, aunque recomendable en la cama (¿se imaginan a alguien excitado ante un “Oh, papi, qué desmesurado falo”? No lo creo; la vulgaridad se impone en el lecho). Pero pinga es mucho más que una mera expresion vulgar. Si este fuera su único sentido, no sería nuestro objeto de estudio en esta oportunidad.
Algunos de los múltiples usos de la pinga pueden ser:

- para reforzar nuestra oposición ante una tarea asignada (ya sea en el trabajo o en el hogar) - “Ni pinga”.
- para descubrir las verdaderas intenciones de una persona - “¿Qué pinga te pasa?”
- ante la duda - “¿Y eso qué pinga es?”
- como puro elemento enfático - “¿Para qué pinga te haces la cabrona?”
- al lanzarse en una montaña rusa - “¡Pingaaaaaaa!”
- interjección ante un golpe - “¡Ño, pinga!”.
- como sustituto de algún elemento de la frase, cuyo verdadero nombre se desee ignorar - “Ya te dije que quitaras la pinga esa de arriba del refrigerador”
- indicando la nostalgia – “¡Ay, pinga!”
- como referente temporal - “¿Cuándo pinga se acaba ese programa?”
- para expresar admiración - “¡Pinga, qué lindo!”
- como complemento directo - “Manda pinga”.
- para indicar un ofrecimiento - “La pinga pal’ que sea”
Sus compuestos y derivados son numerosos y en ocasiones tan importantes como la misma pinga. De esta forma, “despingar”, “repinga”, “comepinga” o “empingar” pertenecen también a nuestro acervo, engrandeciendo así la lengua de Cervantes.
Debemos prestar atención, ya que en ocasiones el uso de la pinga puede ser confuso. Así, una frase como “La fiesta estuvo de pinga” puede ser tanto positiva como negativa, en dependencia del contexto e incluso de la entonación.
- La fiesta estuvo de pinga (estrés sobre la preposición “de” y movimiento con la mano: la fiesta estuvo buena)
- La fiesta estuvo de pinga (sin pausa ni estrés y con cara de molestia: la fiesta no estuvo buena)
De la misma manera, los verbos “ser” y “estar”, que caracterizan a la lengua española, son fundamentales a la hora de jugar con la pinga.
- Luisa es empingada (Luisa es tremenda muchachita, de buenos sentimientos y presta sus cosas)
- Luisa está empingada. (Luisa está molesta; no se te ocurra pedirle nada ahora)
Imagino a célebres de la historia que, de haber tenido la palabra pinga en su lenguaje, la habrían utilizado en circunstancias donde se imponía su uso. Así, veo a Colón bajándose de su carabela, poniendo una rodilla en nuestra isla y diciendo emocionado: “Pinga, esta es la tierra más fermosa que ojos humanos han visto”. O a Galileo en el momento en que se enfrentaba a la Inquisición y decía resignadamente: “Y sin embargo se mueve, pinga”. O la traducción de “Eureka”, que pronunciara el griego Arquímedes al descubrir la densidad, no es otra que “¡Lo he encontrado, pinga!” O a aquellos miembros del desafortunado Apolo 13, declarando su situación a su puesto de mando: “Houston, tenemos un problema de pinga”. En todos los casos, una pinga se hacía necesaria.
Su uso desmedido es a evitar. No solo implica vulgaridad, sino que le hace pensar a las personas que uno está necesitado de la pinga en otras facetas de su vida. No: la pinga debe usarse de manera limitada para no quitarle su verdadero valor imponente. Pero tampoco renunciar a ella. No hay nada como una pinga en un momento determinado para evitar confusiones o detener malentendidos. La pinga es una poderosa arma, y como tal, debe ser usada sabiamente (otro juego de palabras no intencional).
Quede este como un pr imer acercamiento serio y profesional a esta palabra que enriquece nuestra lengua. Confiemos en que otros lingüistas se sumen y contribuyan a sacar a la pinga del oscurantismo en el que se ha visto inmersa hasta ahora. Y es que el fenómeno de la pinga en nuestra lengua es, citando a otro célebre y valga la redundancia… ¡de pinga, queridos amiguitos!

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