Una niñita corrió hacia su abuelo, saltó hacia sus brazos y le dio un fuerte abrazo.
Ella, entonces, pasó sus dedos a lo largo de su cabeza calva y por su cara arrugada.
"¿Dios te hizo a ti, abuelo?" ella le preguntó.
"Sí, dulzura, El me hizo."
Ella se tocó su propia mejilla y preguntó:
"¿Dios me hizo a mi también?"
"Sí, cariño, El te hizo a ti también".
"Bien." Dijo ella encogiéndose de hombros.
"¿No crees que Dios está haciéndonos mejor que antes?"